La conquista de la gastronomía italiana en el mundo

La cocina italiana la conoce (casi) todo el mundo. Es el Messi del fútbol, los Beatles de la música, el Picasso de la pintura.

Es probablemente una de las que más renombre tiene, al menos en el mundo occidental, y de las más queridas entre los habitantes de este mundo. La gastronomía italiana es una de las más antiguas de Europa y tiene influencias de diversos pueblos: griegos, etruscos, árabes, españoles… Pero de esto hablaremos otro día. Hoy nos interesa lo contrario: la influencia de la gastronomía italiana en el resto del mundo.

Se podría decir que los inicios de esta influencia tuvieron lugar alrededor del año 1533, cuando Catalina de Medici contrajo matrimonio con Enrique II de Francia (¡ambos tenían 14 años!). Catalina se llevó consigo a París verduras, técnicas y otros ingredientes propios de la cocina italiana.

Así, poco a poco, fue ganándose su fama y avanzando a lo largo y ancho del mapa. Y así es como, a día de hoy, palabras como pasta, pizza, helado, carbonara, pesto, polenta, risotto, capuccino y un infinito etcétera, nos parecen casi nuestras.

La gastronomía italiana en América

Si hay un lugar donde la gastronomía italiana ha dejado una importante huella, ese es América. La migración de los italianos a diversos países del continente americano es probablemente uno de los flujos migratorios más fuertes que ha visto la historia. Se calcula que dos millones de italianos emigraron a los Estados Unidos entre 1900 y 1914. Y se estima, por ejemplo, que hoy en día, la mitad de los argentinos son descendientes de italianos. También recibieron inmigrantes italianos, aunque en menor medida, el resto de países americanos. No es de extrañar entonces que la cocina italiana tuviera su grandísima influencia en la gastronomía de la región.

Los italianos llevaron consigo sus recetas y las adaptaron a la disponibilidad de productos del lugar al que habían adoptado como su nuevo hogar. En América encontraron una oferta de carne mucho mayor, por lo que la incorporaron a recetas que antes no la tenían. Tuvieron que prescindir en muchas ocasiones del aceite de oliva debido a su elevado precio. Se adaptaron a las verduras que tenían disponibles. Y así con tantas otras cosas.

Años después de estas grandes olas migratorias la cocina italiana sigue estando muy presente. En los países del Cono Sur es muy frecuente la venta de pasta fresca en tiendas especializadas. La pizza se ha modificado de diversas maneras hasta tomar estilos propios: la afamada pizza de Nueva York de masa consistente o la de Buenos Aires de masa muy gruesa que casi se acerca a un brioche. Las heladerías “estilo italiano” copan las calles de muchas ciudades. La polenta se ha convertido un plato muy frecuente en las mesas latinoamericanas. La cotoletta alla milanese (chuleta empanada) se ha adoptado como la ‘milanesa’, enormemente consumida en Uruguay, Chile y Argentina -donde, por cierto, se hace la milanesa a la napolitana (un nombre que un italiano no aceptaría… ¿Milán y Nápoles juntos? ¡Ja-ja!), a la que se le pone queso y tomate-. Y como estos ejemplos podríamos mencionar muchísimos más (si te interesa el tema, te recomendamos que veas Il Cibo va que mencionamos aquí).

Es verdad que en España la influencia de la cocina italiana no es tan fuerte como del otro lado del Atlántico, pero, aún así, tiene su gran peso. Sandro Desii es un pedacito de ello con la gran apuesta, por ejemplo, de la “Crepizza” y nos sentimos muy orgullosos de poder compartir el arte de la pasta y los helados, que junto con la pizza, conforman la santísima trinidad de la gastronomía italiana.

Imagen de cabecera: Calle Mulberry, en Little Italy (NY) hacia 1900.